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Periodismo Multimedia Independiente

martes, 19 de febrero de 2008

Emilio Vega Martín

Te envío otro texto sobre otro tema de actualidad que se puede convertir en EL TEMA DE LOS TEMAS: LA VIVIENDA.Creo que vale la pena insistir en él.Saludos.Emilio Vega Martín.posdata: ¿qué pasó con los mp3 de Ana Carolina y los comentarios ligados a ésta?

SÍ: VIVIENDA PROPIA PARA TODOS. Emilio Vega Martín.
Entrecomillamos el “problema de la vivienda” porque este es visualizado como tal al ser abordado por las instancias gubernamentales, dado que la población siempre ha encontrado soluciones propias a tal necesidad. Surge como bandera gubernamental para hacernos ver que el Gobierno se ocupa en atender las carencias nacionales pero sobre todo – y esto no se explicita - para involucrar a la Banca y los grandes constructores en el negocio; para paliar la atonía del sistema económico nacional a través de la construcción, siempre contando con captar parte sustancial de los ingresos devengados por la población, aunque estas acciones desemboquen en problemáticas como las que observamos en Tlajomulco y áreas aledañas. Todo sea por resolver “el problema de la vivienda”
Hay una ideología gubernamental subyacente en esta idea de dotar de vivienda propia a toda familia. Un propietario, por definición, deviene un ciudadano conservador – con un patrimonio material que cuidar, dócil al mantenimiento del statu quo. Por otra parte, los estratos populares conciben la adquisición de una vivienda como la forma esencial de capitalizar sus ahorros. Simultáneamente, el Gobierno ha abandonado el apoyo a la autoconstrucción, que ha sido por generaciones el sistema popular para proveerse de vivienda, entregando, de facto, la solución del “problema habitacional” a la Banca y los constructores. La reducción del tamaño de los lotes y las viviendas – a todas luces exiguos – se genera a partir del cálculo financiero de la Banca de qué puede otorgarse como unidad constructiva con base de los ingresos de los adquirentes para que tanto la propia Banca como los desarrolladores inmobiliarios consigan las utilidades que consideran aceptables. No se parte de las necesidades de los habitantes que a todas luces requieren lotes y viviendas más amplios que los que se les ofrecen.
En el “problema de la vivienda”, el punto central no es la vivienda en sí, sino el suelo requerido y su ubicación. Hace unas tres décadas, un lote mínimo para vivienda – según reglamentos – era de 119 m2 (7 x 17 metros) Hoy es de 65 m2.
Para la ubicación de las viviendas, se hace caso omiso de esa asociación necesaria entre vivienda, lugar de trabajo y equipamientos. El precio del suelo es el que rige todo el proceso. Si las distancias a recorrer implican el uso de transportes, el costo de estos traslados del grupo familiar pueden implicar una erogación cuantiosa, en ocasiones similar a la necesaria para el pago del crédito hipotecario. La situación anterior ha orillado ya a algunas familias a ofrecer en renta la propiedad y buscar otra vivienda de ubicación más favorable para sus desplazamientos cotidianos. Por otra parte, la rigidez de la ubicación de la vivienda contrasta con la usual y frecuente movilidad laboral.
Otro factor que viene a afectar la estabilidad de la vivienda y su entorno lo constituye la posibilidad de cambios en el uso del suelo en su área cercana. Hay que considerar que la vivienda requiere un entorno estable – que no afecte la calidad de la inversión - al menos unos 20 años (tiempo más o menos equivalente al período de amortización) y esta situación no parece ser contemplada en los llamados “planes de desarrollo urbano”. En ellos puede ser frecuente la gestación de cambios drásticos en tan solo un trienio. Cambios que pueden afectar marcadamente el valor de la propiedad. En ese tenor, la vivienda como uso del suelo compite desfavorablemente con otros (comercial, industrial, etc.) El suelo (su valor en el mercado inmobiliario) ha devenido el rey urbano: los usos comerciales e industriales se establecen en edificaciones fácilmente desmontables, lo que podríamos calificar como “arquitectura nómada” – previendo su futura migración al incrementarse el precio del suelo o al gestarse condiciones desfavorables a la empresa – llegando a no adquirir el suelo, sino rentándolo, digamos a 10 años. Es evidente que tal sistema no puede ser aplicable a la vivienda, tal como se le concibe actualmente y menos a la familia que la habita. Ante tal panorama, ¿será necesario concebir el futuro de la vivienda como el de unidades móviles que sean desplazadas según varíe el precio del suelo?
Curiosamente, la adquisición anticipada de suelo para vivienda por parte de la instancia gubernamental - aunque aparece en toda la legislación urbana como un propósito dotado de las mejores intenciones – nunca se lleva a cabo: la generación de reservas urbanas ad hoc sería una solución para sustraer el suelo a la especulación inmobiliaria y con ello dotar de lotes y ubicaciones mejores a la futura vivienda popular. Pero tal senda parece estar llena de espinas y abrojos en torno a las grandes fortunas nacionales generadas a raíz de la especulación inmobiliaria apoyada en información privilegiada (no creo prudente citar nombres), las invasiones de terrenos y otros detalles que aderezan nuestro pintoresco anecdotario nacional.

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