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lunes, 14 de abril de 2008

carlos antonio villa guzmán

Bestial
Bestial. Así pudiéramos definir la forma de conducir de la mayoría de los choferes del transporte público, los llamados “minibuseros”, convertidos en el terror de las calles. Nuevamente hizo de las suyas uno de estos sujetos que van a gran velocidad, emparejados con otro de su mismo corral, sin respetar límites de ninguna clase, mucho menos a la gente que llevan a bordo. De los transeúntes o automovilistas ni qué hablar; corre peligro cualquier ciudadano que va en estas latas de la muerte, al igual que quienes se encuentren en su camino. Los ciclistas son quizá las víctimas más frecuentes y los que cruzan la calle. Aunque también matan o hacen daños sobre las banquetas e incluso adentro de las fincas. De pronto un camión se puede meter a la sala o hasta la cocina. También invaden negocios de vez en cuando.
Una estudiante de secundaria que esperaba abordar un camión sobre la banqueta, murió aplastada por el vehículo que volcó ayer debido a esa estúpida carrera que siempre llevan los conductores, a quienes de pronto les da por detenerse a platicar con sus colegas tapando el paso de los demás o muchas veces los vemos hacer tiempo a vuelta de rueda. Así es de incongruente y pésimo el dizque servicio controlado por mafias locales. Unidades sucias, en deplorable estado mecánico y casi siempre guiadas con imprudencia por algún energúmeno.
Por si fueran poca cosa las aberraciones del gobernador y compañía que piensan que todos son de su condición, en esta vapuleada sociedad la mayoría de los ciudadanos son usuarios-víctimas del transporte urbano. Todos los días, decenas de miles de personas tienen que soportar el miedo de ir en un vehículo conducido por un sujeto que se comporta irracionalmente, porque conduce a velocidades que son como para matar a quien sea en cualquier metro de asfalto, como sucede con frecuencia. Son de la clase de tipos que no se les quita la costumbre de llevar amigos o novias y el radio a todo volumen. Se transforman en bestias con un volante en una mano, mientras con la otra cobran, arrían gente para que se apretuje en un pasillo atestado, al tiempo que controlan el abrir y cerrar de las puertas.
Esto es solamente una parte de un mal enorme, una monstruosidad que se ha fortalecido gracias a la corrupción, para variar.
El Estado debería garantizar el servicio del transporte, para que se vuelva algo distinto a un negocio de los más rapaces, esos que desde el gobierno o con ayuda de gente que está vinculada a los puestos públicos, se hacen de las concesiones y exprimen al máximo para que les rinda. De ahí que tengamos algo que no es posible llamar servicio si no abuso público a fuerzas.
Una privatización más que deja a la población a merced de la desmedida ambición con que se conducen los dueños de toda esta madeja de camiones y sus operarios.
El transporte, como el petróleo, son bienes estratégicos que no se pueden, no debieran dejarse en manos de especuladores. Son, ante todo, servicios que garantizan que la gente vaya al trabajo o los jóvenes a la escuela, entre muchas actividades más.
La posibilidad de transportarse es un motor del desarrollo que en primer lugar debiera ser muy seguro, además de eficiente y digno. Los camioneros de aquí nada de eso tienen, si no todo lo contrario: son el enfado y el terror de la ciudad. Tampoco van por rutas que se adecuen a la necesidad porque las fija un interés mercantil. Esto redunda en mayor deterioro de la economía de las clases más desprotegidas económicamente, que son además las que utilizan este tipo clase de transporte y abordan hasta cuatro o más rutas, obligadamente, en función de exprimirles más el bolsillo.
Por otra parte, nadie parece verificar el estado mecánico de los carros, los vemos contaminar y llevar exceso de pasaje. Son un desastre, un problema serio que la capacidad mostrada por los gobernantes, aunada a la presión que reciben de la gente que a como de lugar quiere hacer negocios con ellos, hacen que no tenga para cuándo resolverse. Quizá para el próximo siglo, cuando el tráfico ande por otro lado o se queden los que estén a pie o quién sabe.
El Tren Ligero es del Estado y funciona bastante bien. Qué pena que no lo dejaron crecer por favorecer la proliferación de estas amenazas con ruedas de hule que pertenecen a empresarios con influencias o políticos que no han hecho absolutamente ni una obra de beneficio social y en cambio amasan fortunas que les permiten tener impunidad y más negocios al amparo del gobierno. Desde arriba hasta abajo.
Los familiares de la menor que falleció ayer, en tanto que otras cinco personas se encuentran graves por el homicida del volante que destrozó varias familias, hicieron una marcha en compañía de los vecinos solidarios e indignados, desde la Colonia Haciendas de San José, que es donde vivía ella, hasta la Colonia Parques de Santa María, lugar donde queda la Terminal de la Ruta 30, a la cual pertenece el de la volcadura. Se trata del municipio de Tlaquepaque, que tiene colonias habitadas por personas que esperaron años para contar con servicio de transporte y ahora reciben un trato peor que objetos o animales, cuando utilizan, por necesidad, por que no hay alternativa, esta deplorable opción que les vinieron a traer.
Qué dolor han de sentir los padres de una criatura que no regresó a su casa por culpa de un imbécil de los que proliferan con la tolerancia de un sistema saturado de gente sin escrúpulos; tanto los “concesionarios”, como las autoridades que dan lugar a tanta irregularidad. La causa de esta tragedia tiene que ver con la protección que les ofrecen las aseguradoras, los sindicatos, los ministerios públicos y hasta los propios agentes de vialidad. La mayoría de los que tienen que ver con los camiones urbanos forman redes que hacen imposible o muy difícil evitar y más aún castigar estos crímenes.
Muchos discursos, demasiadas promesas, pretextos, ocurrencias como las de Emilio, en tanto las muertes se multiplican y nadie es capaz de enfrentar realmente el problema.
¿Por qué no buscar socios extranjeros para el tesoro profundo de las calles donde opera el transporte? Quien quita y la preparación y la cultura de los europeos o asiáticos nos proponga algo a la altura de lo que tienen ellos: Camiones limpios, sin calcomanías y adornos; como foquitos, muñecos, zapatitos y cuanta pendejada se les ocurre colgar, pegar o ensartar donde se pueda. Veríamos choferes aseados, hasta con uniforme y toda la cosa; educados, atentos con el pasaje. Inclusive les llamaríamos conductores. Seguramente se salvarían muchas vidas. Ellos pondrían la tecnología del buen trato, la cortesía, tan rara en las calles de México, al menos en la superficie de los pavimentos someros. Que se lo propongan al gerente del país. Así se evitarían marchas, adelitas, plantones y brigadas en protesta por esa entrega, sin duda benéfica porque no más no podemos resolver este espinoso asunto que huele a hidrocarburo pero ni siquiera lo produce, es más, lo quema, ensucia el aire y de pilón nos tiene bajo amenaza todos los días, al menos en Guadalajara. Es la bestia en seis ruedas, que se la den a las trasnacionales.


www.carlosvillaguzman.blospot.com

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